Máncora: La ciudad del pecado

Concluí la lectura de “Máncora: La ciudad del pecado ” con una profunda satisfacción. Hay una historia enorme detrás de ese título, apuntes notables sobre las relaciones interpersonales, perspectivas singulares sobre la existencia y una recreación de cómo se gestó el balneario más famoso del país. Alberto Pareja Pflücker ha desatado su vena artística a través de la escritura y lo ha hecho con notable fluidez y calidad. Mantiene el interés del lector de principio a fin a través de personajes inolvidables. El relato tiene pasajes de enorme intensidad con las vicisitudes de los protagonistas. Cada uno de ellos adquiere vida propia y transmite emociones a raudales. Ese, me parece, es el gran mérito del autor. No solo cuenta un hecho histórico, como la evolución de una caleta de pescadores de la década de 1970 a una localidad cosmopolita desde finales de la década de 1990. También le insufla vida, le otorga una dimensión realista y nos permite entrar a ese microcosmos para participar como testigos de una enorme explosión social. Los nombres de Tito y Doña Fufa perdurarán entre quienes decidan compartir este viaje mental al que nos invita Alberto Pareja Pflücker. También los apelativos de Bartolo, Gabriela, Janet, el cura Amalio o Fermín El Brujo tendrán el mismo efecto. Las puertas están abiertas, no hay que perder esta oportunidad de conocer las interioridades de los cambios ocurridos en Máncora.